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Foto del escritorTatiana psicóloga

Soy responsable de lo que siento

No es fácil asumir la responsabilidad de nuestros estados emocionales. Cuando algo va mal noto la tentación de culpar a alguién: “Si él no se comportara así, yo no me sentiría de este modo”, escucho en mi interior. ¿Te ocurre a tí también?

Dice la teoría que el verdadero origen de nuestras reacciones emocionales no es lo que ocurre en el exterior, sino lo que pasa en mi dinámica interna. Y por supuesto lo creo, pero cuándo algo ocurre, qué dificil es de llevar a cabo!! En mi mente aparece el siguiente discurso” Sí, reconozco que soy responsable de mis cosas, pero…y él??? él también lo es!!”. ¿Te suena?

Es muy dificil perdonar, soltar agravios, hacerse responsable de nuestra vida. A nuestro ego esto no le gusta nada. El ego quiere culpables fuera, nos hace creer que somos unas víctimas, que a cada cosa que ocurre se le asocia una emoción.

Desde luego el primer paso es no culpar a nadie por nuestras reacciones emocionales, pero eso no nos libera del todo.

Dice Annie Marquier que decidir no culpar a nadie por nuestras reacciones emocionles es un proceso consciente que abre la puerta a la influencia del Maestro que reside en nuestro corazón o centro.

Las emociones y los pensamientos automáticos están totalmente ligados. Y no solemos ser conscientes de ellos. Nacen de las creencias profundas de nuestro ego, de nuestros modos de interpretar la realidad. Para poder hacerme responsable de mi mundo he de ser consciente de esos pensamientos, conocer y modificar mis creencias de este modo, y entonces, cambiará mi sentir.

Saltar y soltar

He de poner en entredicho todo. Quizá mi manera de interpretar la realidad no es la correcta, no sé…Y desde ese “no sé”, puedo comenzar a cambiar lo que creo de la realidad.

Para “pescar” mis pensamientos yo comencé apuntando todos en una libreta. Me refiero a los pensamientos automáticos como “no seré capaz”,”tengo que hacerlo todo yo”,  “seguro que sale mal”, “todos son injustos conmigo”…Son casi imperceptibles, pero suelen estar antes de nuestras emociones. Y además casi siempre son los mismos. Cada uno de nosotros tenemos dos o tres discos rayados en nuestro interior que suenan sin parar.

Una vez que observas la programación de tu mente, que es perceptible por esos pensamientos, podemos pasar a desprogramarla. No suena fácil¿ verdad?. No lo es. La programación se observa en nuestros pensamientos conscientes, pero realmente surge de nuestro incosnciente. Conlleva un compromiso con uno mismo y requiere la capacidad de situarnos desde el testigo, desde la presencia.

El “testigo” ese esa parte de mí, que puede observar lo que pienso y siento. Es fundamental la meditación para situarnos en ese lugar, en ese centro.

Gracias a esa posición del testigo soy consciente de mis reacciones, y puedo decidir que actitud tomar. Sigo sintiendo dolor (o frustracción, enfado, tristeza), pero retengo a mis instintos y no actúo desde allí. Es como dar al pause del mando, y tras ese instante decidir si doy al play de nuevo, o cambio de DVD.

El siguiente texto pertenece a Jorge Lomar, extraído de http://www.asociacionconciencia.org. Jorge Lomar tiene varios libros que sirven de guía en esta labor de “desprogramarnos” para poner una nueva programación que nos libere. Que nos permita soltar, perdonar, vivir en coherencia con nuestro Yo Interior, con nuestro centro.

No sé. El momento en que reconoces profundamente que no sabes es un instante de pura desprogramación en el cual te liberas del pasado, de la cultura, de la genética, de toda tu historia y de todas las historias del mundo. Es la vivencia consciente de la liberación del programa perceptivo que aprisiona tu conciencia desde el inconsciente colectivo.

Lo que llamamos el consciente es conciencia aprisionada por el inconsciente.

Di no sé, respira y siente. No sé. No importan estas dos palabras. Lo que verdaderamente importa es el instante de presencia descondicionada al que te lleva esta práctica. Un instante liberador en donde el tiempo no pesa. Puede ser que al principio te digas: «¿Cómo no voy a saber? ¡Tengo que saber!». Esta es una defensa habitual del programa, ya que no le gusta nada que juegues a cuestionarlo. Te hace creer que sin él tú no puedes estar seguro. Sin embargo, fíjate bien en lo que te estoy diciendo. Has reconocido desde el fondo de tu conciencia y con la máxima honestidad que en realidad no sabes algo que creías saber. Por tanto, no se trata de que tengas o no que saber, sino de la verdad sobre lo que sabes. El sentir de liberación proviene precisamente de que te das cuenta de que la verdad es que no sabes. ¡Te has liberado de una ilusión! Ahora reconoces que es la ignorancia la que verdaderamente te aprisiona, disfrazada de falso conocimiento. Mi no saber era en sí mismo conocimiento del hecho de que todo conocimiento es ignorancia, de que «yo no sé» es la única afirmación verdadera que la mente puede hacer.

Desde la mente programada, cuando vislumbras que no sabes, te asustas mucho ante lo desconocido, pues, según el sistema de pensamiento basado en el miedo, sientes que, sin conocimiento, sin estrategia y sin precedentes, no puedes controlar la situación y por tanto te encuentras indefenso ante el peligro. La mente programada prefiere suponer, adivinar, indagar, investigar, hacer hipótesis o pedirlas a los demás, comprar seguridad o fabricarla, lo que sea antes que reconocer que no sabe. Considera preferible vivir de ilusiones a vivir el pánico de perder el control. Es lógico, pues ignora lo que es la comprensión. No puede entender que, precisamente, uno ha de reconocer que no sabe para abrirse a saber de verdad.

Reconoce que no sabes y regresa al presente. No sé. No tengo por qué saber. Vivo en el inconsciente; saberlo es humildad. La humildad solo puede proceder de la confianza en el Ser. Esta confianza es la que invoca a tu maestro interior. Tu fe en la comprensión, tu confianza en la vida, te une al recuerdo de tu realidad. Has pasado de una mentalidad a otra. En lugar de creer en el profesor de la locura, ahora estás entregado dulcemente al maestro del amor.

Tatiana Muñoz

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