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Alimentación consciente o inconsciente

Nadie es indifente a la comida. Todos la necesitamos, todos “dependemos” de ella.

Nuestra forma de comer tiene raíces en la niñez: de bebés obtenemos las primeras sensaciones a través de la alimentación, y así nos sentimos queridos, sostenidos, cuidados, satisfechos y nutridos.  La seguridad nos llega a través de la leche de mamá y aprendemos a recibir amor y amar con éste vínculo. Anna Freud acuñó el término “amor estomacal” para describir la temprana vinculación del bebé a los padres que lo alimentan. La relación con la comida nos remite por ello a la madre, puesto que el alimento es el vehículo del amor maternal.

Nuestras primeras experiencias con la alimentación están intimamente relacionadas con nuestra sensación posterior de confianza, dependencia, seguridad,amor…

Por la comida no sólo llega el amor de la madre, también el alivio del malestar  y la llegada del placer.  El chupete sustituye a la comida y nos calma de niños. Después desarrollaremos otras conductas para encontrar ese alivio: las golosinas, comidas entre horas, tabaco, alcohol…

Asociamos la comida a muchas emociones, buenas y malas. Con la boca nos relajamos o nos activamos. Cuando el amor no llega a nuestra vida, lo sustituimos con comida. Si llega exceso de amor (sobreprotección) dejamos de comer. Cuando comer se convierte en la fuente principal de felicidad, o incluso la única, estamos ante la presencia de un problema.

Cuando la comida es un problema ya no se puede sistinguir la genuina hambre de alimentos de otros “anhelos disfrazados”. El hambre es una señal que proviene del interior de nuestro cuerpo, pero en muchas ocasiones ya no sabemos cómo escucharla

La alimentación emocional afecta y determina la alimentación física, el alimento y el afecto se entremezclan. La alimentación emocional significa “tener hambre desde el corazón” y no sólo desde el estómago. La comida alivia los sentimientos intensos, se transforma en un analgésico o un anestésico para los momentos de dolor. La tristeza, la ansiedad, la frustracción elevada, el estrés continuado y las situaciones traumáticas pueden llevarte a un estado de vulnerabilidad que se expresa en una alimentación insconsciente.

Los ejemplos extremos de la alimentación inconsciente serían los trastornos de la conducta alimentaria:

La anorexia o infraalimentación

La bulimia o alimentación caótica

Y el Trastorno por Atracón o sobrealimentación

Cuando el espíritu se silencia, el cuerpo habla. En muchas ocasiones expresamos con nuestros cuerpos y síntomas lo que no podemos pronunciar con palabras o no queremos ver. Entonces un trastorno de la conducta alimentario (anorexia, bulimia…) se emplea como vehículo para comunicar lo que no podemos expresar. El lenguaje de la comida, la delgadez y la gordura es un lenguaje simbólico, inconsciente, que expresa nuestros sentimientos de vacío y abundancia, de vulnerabilidad o protección, de impulso o control.

Los síntomas de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) sirven como una burbuja protectora donde no se sufre. Antes de pincharla es necesario crear nuevas burbujas de calma con recursos como la meditación, técnicas de asertividad para relacionarse mejor, redes sociales y de ocio y un ego fuerte que pueda sostener las bolsas de dolor con las que se va a encontrar.

Una obsesión con la gordura oculta y desplaza un profundo dolor emocional al que no se quiere ni se puede mirar. La obsesión con la comida y la gordura es la mejor manera que nuestro inconsciente ha encontrado para no ponernos en contacto con nuestra verdadera vulnerabilidad

Lo que en un inicio es una solución para expresar emociones (no comer o comer en exceso), se termina transformando en una enfermedad que anula a la persona, la bloquea y la impide desarrollarse y ser feliz.

La curación es plenitud de conciencia. La enfermedad es un regalo para que podamos equilibrar nuestro Ser. La enfermedad es sólo una oportunidad para reestablecer nuestro equilibrio. Necesitamos descender a nuestros abismos para recuperar los tesoros de la vida. La caverna en la que no queremos entrar es la fuente donde surge la fuerza y el poder.

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